(Ver artículo desde el principio)
En el anterior apartado de este extenso artículo hemos hablado ampliamente del tema de la percepción hasta el punto de tratar algo tan esotérico como el sentir la energía. Tengo que aclarar que para controlar el dolor de un tatuaje no hace falta ser un monje shaolín, pero el entendimiento de estos conceptos ayuda mucho a comprender cómo funciona el dolor y por qué sirven los métodos que más adelante desarrollaremos para aprender a controlarlo.
La percepción de la energía es una condición que solo se alcanza si estamos convencidos de que podemos hacerlo. Es decir, si no creemos que sea posible o no nos sentimos capaces de hacerlo seguro que no lo conseguiremos.
Para poner un ejemplo de en qué consiste esta especie de percepción extrasensorial que se consigue mediante la optimización de nuestro umbral de lo subliminal podríamos compararlo con las pruebas de oído que nos realiza el otorrinolaringólogo para comprobar su funcionamiento.
En estas pruebas el especialista nos coloca unos auriculares y nos indica que le avisemos cada vez que escuchemos una señal acústica por alguno de los oídos.
Intercalando pitidos a distinto tono, volumen, intervalo y duración, el otorrino calcula nuestra precisión auditiva.
Llega un momento en el que no estamos seguros de si estamos sintiendo el sonido o solo creemos estarlo oyendo. Si acertamos o erramos al decir si hemos oído algo estamos actuando en una zona anfibia entre la autosugestión y la intuición, según lo acertado de la respuesta y el elemento del azar.
Las sensación de intuición se localiza dentro del cerebro en una pequeña región conocida como ínsula, relacionada con el sistema límbico, que es el que nos aporta una visión más subjetiva de la realidad y es junto con el resto del cerebro mamífero antiguo o paleopallium (conformado por la amígdala, el hipotálamo, el hipocampo, el tálamo y el lóbulo frontal) el encargado de sentir las emociones. Junto a esta región se encuentra también la glándula pineal o tercer ojo, como se conoce según la filosofía tibetana. El filósofo occidental René Descartes concluyó que en esta glándula estaba alojada el alma humana.
La intuición está muy desarrollada en personas con una alta sensibilidad (PAS), pero no solo porque sean capaces de sentir más profundamente, sino porque hacen caso de lo que estos sentimientos le piden hacer.
Este sexto sentido es el que nos hace en cierta forma sentir la energía, adivinar cosas, presentir acontecimientos o realizar acciones que habitualmente atribuimos a la casualidad al no poder explicarlas mediante la razón. Según esto, el concepto de casualidad no es otra cosa que la negación de la intuición.
Hay un fuerte parentesco entre los fenómenos intuitivos e instintivos. En los animales solo existe de estos dos el comportamiento instintivo, es un conjunto de reacciones básicas (aunque en ocasiones son conductas aprendidas de sus semejantes) destinadas a la autoconservación.
El ser humano posee conductas instintivas, impulsivas, racionales e intuitivas. La conducta instintiva es por ejemplo cuando lamemos una herida sepamos o no que la saliva tiene propiedades curativas, cuando nos apartamos del fuego, cuando mamamos por primera vez o como cuando nos estamos tatuando y el dolor recala hacia arriba, presionamos la zona superior en una parte donde haya menos masa muscular para frenar un poco la intensidad del impulso nervioso por instinto.
El comportamiento impulsivo es aquel que se basa en reacciones espontáneas, movido por lo primario de los sentimientos como la furia o la alegría. Es lo contrario del comportamiento racional, en el que el ser humano domina estas sensaciones viscerales para actuar de una manera inteligente, la cual le procurará mejores resultados.
La vía de la conducta intuitiva no es ni racional ni impulsiva. Se basa en la inteligencia emocional, es una conducta no razonada pero que tampoco se deja llevar por la pasión, al mismo tiempo que se emparenta con el instinto. Es como una combinación de los otros tres comportamientos sin tener exactamente nada de ninguno de ellos.
Las personas con un alto grado de intuición suelen ser las ya mencionadas PAS (Personas con Alta Sensibilidad), que son capaces de sentir las emociones de una forma más intensa, lo cual las sitúa en una situación de bifurcación radical; Pueden ser personas más propensas a padecer un gran desorden emocional, pero si son capaces de dirigir sus hiperdesarrolladas emociones en cambio tienen una mayor capacidad para guiar su intuición, percibir y dirigir la energía, al mismo tiempo que también tienen mayor poder de autosugestión.
Se estima que aproximadamente un 20% de la población tiene los requisitos necesarios para ser considerados PAS. Muchos pensaréis que al no pertenecer a esta minoría privilegiada (y ahora comenzamos a ir al meollo de la cuestión) sois menos capaces de dirigir vuestra concentración para controlar el dolor de un tatuaje.
¡EN ABSOLUTO!
Para empezar las personas extremadamente sensibles lo son también a todo tipo de sensaciones, como el dolor o las cosquillas. Por cierto, las zonas donde hay más cosquillas son de las partes más sensibles al dolor de un tatuaje, junto con las articulaciones y las zonas con poca masa muscular.
Ser una persona sensible tiene sus ventajas e inconvenientes. Además, este no es un parámetro estricto que se basa en aptos o no aptos. Cada persona tiene unas cualidades características en mayor o menor medida a las que puede recurrir para dominar la sensación de dolor durante la realización de un tatuaje, como capacidad de concentración, resistencia natural al dolor, fuerza de voluntad, etc.
A partir de aquí empezamos a unir todos los conceptos tratados con anterioridad para definir las distintas estrategias posibles para hacer más llevadera la sensación de tatuarse e incluso encontrar la faceta agradable y positiva de este ancestral ritual.
Nos vemos en la cuarta parte.
Agradecimientos especiales por su colaboración a Sofía V. Abrines (graduada en psicología).