Bienvenidos una vez más a la sección de recopilatorios de los mejores trabajos de este este estudio granadino que el próximo sábado 12 de Diciembre cumple su décimo aniversario, diez años en los que ha salido mucha tinta a conocer el mundo desde Granada. Esperemos que sean muchos más y cada vez mejor.
Y qué forma más apropiada de celebrarlo que recordando el año que debió ser mala pata, 2013, que de hecho la hubo, pero no afectó a la calidad de los trabajos.
Esto puede reconocerse en la imagen que abre la publicación, uno de los tatuajes que considero más representativos de mi estilo personal, en el que la chica me propuso una serie de elementos que conseguimos unificar con un acabado original y como siempre que me lo permiten, exclusivo.
Lo de exclusivo lo comento porque cada vez más los clientes acuden al tatuador con imágenes descargadas de internet en el móvil. La red es una herramienta muy útil para conocer la técnica, la iconografía, el simbolismo y el significado del tatuaje, pero también es un arma de doble filo.
A través de internet tenemos información ilimitada acerca del mundo del tatuaje, además de imágenes de todo tipo de dermografías* o diseños flash*, pero debemos utilizarlas solo como ejemplo, como guía o como influencia.
El problema reside en los usuarios que exigen que se les realice exactamente el mismo trabajo que llevan en la foto de un tío que no conocen de nada, ni saben qué significan. En este caso se está cometiendo una falta de respeto para con esa persona que originalmente pensó y/o diseñó el tatuaje, pero muchos clientes no tienen escrúpulos y quieren el mismo, como si fuese una camisa. En ocasiones piensan que con añadir el nombre de un familiar o una fecha de nacimiento a última hora en cualquier esquina lo hacen más original y se soluciona todo.
El camino del plagio desvirtúa tanto al tatuador que lo realiza como al coleccionista que lo lleva. El trabajo ahorrado en la elección del diseño para el tatuaje es proporcional a la carencia de significado de este. Puede que el elemento representado por el tatuaje original se adapte a la perfección a las necesidades del usuario, pero el no buscar una forma personal de expresar esta idea hace que se pierdan los valores asociados a la personalidad propia tanto del que se hace el tatuaje como del que se lo realiza, desprestigiándolos.
El trabajo de copiar es fundamental en la formación de todo artista. Es muy aconsejable para que antes de interpretar la realidad el artista tenga unas nociones sólidas de concepción espacial, proporciones, composición, etc. De hecho, el valor artístico del hiperrealismo, una de las modalidades más difíciles de tatuar, reside en copiar una imagen con la mayor fidelidad posible, pero se hace con una visión personal y sin propósito de apropiarse del trabajo ajeno.
En el caso de copiar directamente el tatuaje de otra persona por capricho de un cliente tiene otra problemática al margen de la inmoralidad que representa el plagio y las carencias simbólicas. En internet encontramos millones de fotografías de tatuajes, pero no todos son buenos.
Normalmente a un buen tatuador no le gusta nada que le pidan que copie a otro, pero aún menos le gusta si el tatuaje que le pidan que haga sea claramente de una calidad inferior a la que él ofrece. Como las artes plásticas (entre las cuales incluyo el tatuaje) están supeditadas a la valoración personal no hay argumentos para desmanterlar una decisión cerrada de un cliente que solamente repita “a mí me gusta este y lo quiero igual”. En este caso el tatuador por amor propio probablemente rechazará el trabajo. Un tatuaje feo es una mala publicidad que puede repercutir negativamente en su reputación.
También cabe la posibilidad de lo contrario, que el coleccionista venga con un tatuaje de una complejidad técnica superior a la que el aplicador posee. Ningún tatuador es tan hipócrita o narcisista como para considerarse “el mejor del mundo“, luego debemos ser capaces de admitir cuando otro compañero realiza mejor que nosotros un cierto tipo de trabajos. Este tipo de peticiones son mucho más tentadoras de aceptar, ya que son una propuesta más atractiva. Toda persona que luche por mejorar en cualquier ámbito de su vida debe compararse con los que estén por encima suya, no por debajo. La sana rivalidad fomenta el esfuerzo por la autosuperación.
Cuando el tatuaje propuesto por el cliente es de mucha calidad existe también el inconveniente de que si el tatuador le ofrece alternativas similares que no sean una mera imitación deberá plantearle un diseño que seduzca más al cliente para que lo prefiera. Cuanto mejor sea el tatuaje original, mayor será el reto de disuadirle para que no abuse del trabajo de los demás. Para mayor complicación, el boceto que se presenta en papel o pantalla tiene un acabado propio de su soporte, distinto al acabado en la piel.
Un dibujo pensado para un tatuaje siempre va a quedar mucho mejor en la piel que en el papel si se trata de un tatuador experto. El problema es que el coleccionista, al no tener costumbre, a veces no es capaz de hacer el esfuerzo de imaginar cómo quedaría en la piel, luego se aferran al plagio antes que arriesgarse a probar algo nuevo, lo cual es frustrante para el tatuador. La confianza es la base de la colaboración.
Esta facilidad para plagiar que nos ofrece la globalización producida por la red fomenta el desarrollo de modas que impiden la buena utilización de la técnica del tatuaje. El hecho es que para el tatuador, salvando los dilemas éticos, el hecho de copiar un tatuaje es muy didáctico si se realiza una técnica en la que no tenga experiencia. Es posible incluso que se adapte tan bien a la técnica que comience a desarrollarla en otros trabajos definiendo su propia personalidad artística en base a ese estilo, pero en estos casos hay que procurar versionar, no plagiar. Procurar que el cliente acceda a cambiar el suficiente número de elementos como para considerar que se está respetando la autoría original.
Al fin y al cabo toda obra está influenciada por sus hermanas, nada es original al cien por cien. La ventaja que nos brinda la universalización mediática es la oportunidad de conocer y compartir las nuevas tendencias y su variedad para hacer nuestra propia aportación, y en ese sentido sí que resulta agradable servir de inspiración y aprender de los demás.
El hecho que más perjudica al desarrollo natural del arte en la piel es el de que dentro de todas las motivaciones que puedan llevar a un individuo a tatuarse la más decisiva sean las modas. La apetencia por tatuarse surge en momentos de necesidad de cambio, pero la forma correcta de realizarse es siendo consciente de esa necesidad y reflexionar sobre la mejor forma de exteriorizarla para que nos defina, y difícilmente lo que define a un futbolista profesional o a una estrella del mundo del espectáculo (si es que lo hacen) nos va a definir a nosotros.
Ya hablé de las modas en la introducción de “Componiendo sobre el cuerpo” (CSEC), he querido retomar el tema en esta ocasión es porque recientemente ha tomado contacto conmigo una chica que prepara su doctorado en Historia del Arte, Ana Soledad Crespo, para que colabore con su investigación aportando mis vivencias y conclusiones acerca del tatuaje junto a otros de los estudios más conocidos de Granada, lo cual me llena de orgullo.
He tenido la oportunidad de leer su tesis, muy interesante y bien documentada, y he reparado al hacerlo en que no hago apenas incisión en las crecientes modas que basan el tatuaje en el atractivo sexual, tema que quizás afecte más al género femenino por haber tenido históricamente un trato más marginado en el ámbito del tatuaje entre muchos otros, luego la explosión de tinta en la piel femenina, ligeramente más reciente en lo que se refiere a grandes cantidades de tinta, ha creado una tendencia un tanto apresurada que promueve el carácter exclusivamente sexual del tatuaje femenino. Las revoluciones hay que masticarlas bien para que puedan ser digeridas, y hay que pensarlas bien antes que seguirlas ciegamente, valorando los pros y los contras para que la industria del marketing y la publicidad no se aprovechen de ellas para explotar y tergiversar las posibilidades que el tatuaje posee creando modas que aconsejan mal al usuario.
El tatuaje tiene un gran poder sensual y sugerente, nadie va a negarlo, y en casi todas las culturas tribales tiene también la función de embellecer el cuerpo, no solo en la cultura occidental. El desnudo está presente en la historia del arte desde la venus de Willendorf, y siempre ha habido en él connotaciones eróticas. Las esculturas griegas son fruto de los ideales homosexuales de los griegos, y las tres gracias están gorditas porque era la idea de “tía buena” de la época. Todos ellos estaban justificados con escenas tanto religiosas como paganas, y era la censura y la mentalidad retro de la época las que ponían los límites del erotismo permisible en una obra de carácter plástico, convirtiendo en inmoral algo tan natural como el cuerpo humano y tachando la sexualidad como un elemento impío.
Me parece respetable que una persona tenga la libertad de mostrar su cuerpo tatuado porque le haga sentir más atractivo/a o deseado/a, está en su derecho. Pienso que una persona debe decidir como individuo antes que seguir los patrones establecidos para todo su género, y estoy claramente en contra de todo lo que implique prohibicionismo, aunque tampoco estoy a favor de la manipulación mediática que altera la concepción del tatuaje como arte, creando estereotipos basados únicamente en el carácter sexual del tatuaje.
Es por esto por lo que quiero aportar mi granito de arena en este espinoso asunto que está muy abierto a debate. Está bien aprovechar las posibilidades seductoras de un tatuaje, es un recurso del que se dispone, pero esto no es incompatible con el que dichos tatuajes tengan además un significado personal.
Antes que provocar al mundo, hay que tener en cuenta que el tatuaje es en esencia una exteriorización tangible de la personalidad y la cultura de un individuo, de sus creencias y sus aspiraciones, de sus sueños y sus secretos, y tenemos un compromiso con nuestro propio cuerpo. Si lanzamos al mundo un mensaje vacío estaremos dando a entender que nuestra personalidad está hueca. La moda siempre va a estar presente en el mundo del tatuaje, pero un tattoo no son unos pantalones de campana que puedas dejar de ponerte cuando ya no se lleven. Es más aconsejable de cara al futuro plantearse bien qué queremos que esté presente en nuestro cuerpo para el resto de nuestras vidas y por qué, procurando ser responsables, fieles y consecuentes con nosotros mismos. Tenemos la oportunidad de hacer con nuestra piel algo original y exclusivo, de crear nuestra propia moda reafirmando la propia identidad. Es una pena desperdiciarla para imitar las pieles de los demás teniendo uno tanto que contar de sí mismo.
*(Palabras incluidas en el Glosario)